El Sacramento de la Reconciliación normalmente se ofrece los miércoles por la noche de 5:15 p. m. a 6:30 p. m. y los sábados por la mañana de 9:30 a. m. a 10:30 a. m.
A pesar de que estamos acostumbrados a realizar varias tareas en forma simultánea, resulta increíble que, en muchas cosas, podemos concentrar toda nuestra atención. Cuando se trata de proteger a nuestros hijos, nada se interpone en nuestro camino ni nos distrae. Si estamos concentrados en un programa de televisión o un evento deportivo, no prestamos atención ni siquiera al celular. También solemos concentrarnos en un solo significado del sacramento de la Penitencia: solamente lo consideramos en relación con el pecado. En realidad, este sacramento implica mucho más que simplemente confesar una lista de pecados. Es cierto: la confesión incluye contarle nuestros pecados a un sacerdote. Pero el sacramento es mucho más rico. Quitémonos las anteojeras y veamos la gran variedad de frutos positivos de este sacramento. Leer más
Autora: Joyce Ann Zimmerman, C.PP.S., Directora, Institute for Liturgical Ministry, Dayton, Ohio. Traductora: Marina A. Herrera, Ph.D. (2009)
A partir de Adán y Eva, donde hay humanos hay debilidad y pecado humano. Esta es la “ley” de nuestra naturaleza humana caída. No obstante, parece que nuestras “peores” cosas sacan lo mejor de Dios. A lo largo de la historia de la humanidad Dios ha mostrado su divinidad para ser paciente, fiel para brindar su misericordia divina y perdonar. La historia de Abraham “negociando” con Dios para que no destruyera a los justos junto con los impíos de Sodoma es un buen ejemplo (vea Gén 18, 16-33; 19, 12-29). Dios propone librar a Sodoma de la destrucción si se pueden encontrar cincuenta personas justas; entonces Abraham convence a Dios de bajar el número a cuarenta y cinco justos, luego cuarenta, luego treinta, luego veinte, luego diez. ¡Lamentablemente la negociación se detuvo en diez! ¿Hubiera librado Dios a todos, si encontraba solo una persona justa? ¡Tal es la misericordia y el perdón de Dios!
La compasión de Dios se hace carne en el Hijo divino, Jesús. “Vete... Tus pecados te son perdonados” parece ser la declaración favorita de Jesús. Le dice estas palabras, simples pero que pueden cambiarle la vida, al paralítico (Mateo 9,2-6), a la pecadora que lava los pies de Jesús con sus lágrimas y los seca con sus cabellos cuando Jesús está cenando en la casa del fariseo (Lucas 7,36-50), a la mujer sorprendida en adulterio que los escribas y los fariseos trajeron ante Jesús para que la condenara (Juan 8,3-11). Lo que es más importante, el Jesús resucitado extendió a sus discípulos el ministerio del perdón (Juan 20,23), y ese es el ministerio que la Iglesia continúa hasta hoy. Leer más
Autora: Joyce Ann Zimmerman, C.PP.S., Directora, Institute for Liturgical Ministry, Dayton, Ohio. Traductora: Marina A. Herrera, Ph.D. (2009)
Furor. Una palabra apropiada, tal vez, para describir la renovación litúrgica que pidió el Concilio Vaticano II. Seguramente hemos tenido una reacción bulliciosa y sobreexcitada a la renovación: a algunos les gustan los cambios, a otros no; algunos los realizan fielmente, otros no; algunos conservan las viejas formas de hacer las cosas, otros no; algunos van demasiado lejos, otros no van lo suficientemente lejos. Y quizás, también, no haya mayor confusión que la que rodea el sacramento de la Penitencia. Algunos lamentan que las confesiones individuales hayan disminuido tan drásticamente; otros lamentan que muchos de los que van a confesarse parecen no captar en absoluto que haya habido una renovación del sacramento. Leer más
Autora: Joyce Ann Zimmerman, C.PP.S., Directora, Institute for Liturgical Ministry, Dayton, Ohio. Traductora: Marina A. Herrera, Ph.D. (2009)
Después de que Caín mató a Abel por celos, el Señor le preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”; a lo cual Caín respondió: “No lo sé. Soy acaso el guardián de mi hermano?” (Gén 4,9). Sí, de hecho somos los guardias de nuestros hermanos y hermanas porque, en Cristo, compartimos la misma identidad; todos somos miembros del mismo Cuerpo. Con demasiada frecuencia, nosotros los seres humanos nos olvidamos de nuestra cercana relación con Dios y los demás. Nos resulta tan fácil rechazar el amor de nuestro corazón, hacer de nosotros mismos el centro de nuestra vida y exigir que todo y todos acaten nuestros deseos. El pecado es algo muy real. Dios nos creó a su imagen, y nuestra creación fue “muy buena”. Aun así a veces rechazamos esa bondad, anteponemos nuestra propia voluntad a la voluntad de Dios y elegimos aislarnos del amor que se nos ofrece gratuitamente y nos rodea. Leer más
Autora: Joyce Ann Zimmerman, C.PP.S., Directora, Institute for Liturgical Ministry, Dayton, Ohio. Traductora: Marina A. Herrera, Ph.D. (2009)
Dejar las cosas para después a menudo es un corolario de lo que percibimos como una tarea poco placentera. Y para la mayoría de nosotros, ir a confesarse no es exactamente nuestra actividad favorita. Postergar o, mucho peor, ignorar la gracia de este sacramento al no aprovechar su paz y su gozo no es una buena opción si deseamos crecer en nuestro amor a Dios y al prójimo. Un buen modo de ayudarnos a incorporar un buen hábito de recibir este sacramento de sanidad y perdón es prestar atención a los modos no sacramentales que la confesión y la reconciliación nos presentan. Éstos, entonces, nos ayudan a prepararnos para la celebración de este sacramento de paz, e incluso anticiparla con gozo.
A diario se nos presentan muchas oportunidades que nos ayudan a reconocer y enfrentar nuestra debilidad humana, así como los pecados deliberados que cometemos. Como lamenta San Pablo: “No entiendo mis propios actos: no hago lo que quiero y hago las cosas que detesto” (Rom 7,15). Continúa explicando que el pecado se ha apoderado de él y habita en él. Esta es la condición humana que heredamos de Adán y Eva, esa tendencia a hacer el mal. Cada día debemos reconocer cuándo sucumbimos al impulso de hacer el mal, y entonces hacer lo que sea necesario para cambiar nuestro parecer. Leer más
Autora: Joyce Ann Zimmerman, C.PP.S., Directora, Institute for Liturgical Ministry, Dayton, Ohio. Traductora: Marina A. Herrera, Ph.D. (2009)